El cambio político al que seguramente nos encaminamos tiene mucho ver con la forma que tienen los bloques de entender su relación con la sociedad, y la gestión a sus demandas .
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Una de las principales razones que está provocando las victorias electorales de la derecha y de la derecha más extrema es que sigue articulada, estructurada y organizada, y por lo tanto llega a las masas y capas populares. En sus discursos sitúan problemas que afectan socialmente a todos aunque sus propuestas sean muchas veces barbaridades.
Es inexplicable, o no, que la izquierda tras llegar al poder con un enorme patrimonio de movilización social detrás (2008-2017) haya abandonado la calle. Ésta la usa básicamente para exhibir luchas identitarias particulares, alejadas de la gran mayoría, que no son una prioridad para cualquier habitante de un barrio obrero de una gran ciudad o un vecino o vecina de un pueblo de nuestra España vaciada: el ecologismo/animalismo, la regularización de la prostitución, la gestación subrogada, el movimiento LGTBI, la constante empatía hacia nacionalismos periféricos rupturistas - indultos incluidos- etc.. son hoy prioridades sin perspectiva de clase y que deja huérfana a un inmenso cuerpo social que necesitan certezas a sus demandas e identidades mayoritarias.
En la esfera de lo material estamos ante dos bloques donde ninguno cuestiona el sistema , nuestra izquierda ha abandonado la agenda clásica que pregonaba un nuevo mundo, y se ha convertido al neoliberalismo, sin cuestionar la UE, ni la OTAN, apoyando ciegamente a Ucrania en la guerra, permitiendo el poder de los grandes oligopolios (gran parte de los fondos de la UE next generation van a estas grandes empresas bajo), se hace sumisa frente a los Organismos e Instituciones Internacionales que no son elegidas democráticamente, hacen suyo el discurso capitalista de lucha contra el cambio climático en torno a la Agenda 2030, entre otras.
El italiano Diego Fusaro, uno de los filósofos marxistas más importantes ejemplificaba que el binomio derecha - izquierda ya no existe (abogaba por superarlo por el bloque neoliberal - revolucionario), y lo ejemplificaba como un bar donde un camarero con mandil azul y otro fucsia se deshacían por complacer los caprichos del cliente rico.
El retroceso también se percibe en el modelo de instrumento para hacer política. Si el 15 M fue un toque de atención para hacer de la vida pública cauces de participación más democráticos, su consecuencia es que sus protagonistas han creado una atomización de siglas que confunden y se alejan de quienes quieren representar. El partido, con su estructura y presencia territorial apenas existe, la organización colectiva como centro de debate, de elaboración de propuestas y de apego a unas siglas estables y con transcendencia histórica tampoco.
La izquierda líquida ha borrado un patrimonio que lamentablemente vamos a pagar. Su modus vivendi se basa en una continua reconfiguración de liderazgos que no surgen democráticamente, sino del oportunismo de alianzas de pequeños grupos de decisión; de siglas que cambian cada dos años para intentar decir y ser lo mismo, de proyectos con distintos nombres en cada pueblo o ciudad como se ha visto en las pasadas elecciones municipales. Es el modelo "franquicia".
Del dirigente-militante y su relación formalizada en una estructura orgánica y por lo tanto democrática se ha pasado a la relación líder-seguidor a través de las redes sociales del vínculo personal personal y del medio de comunicación afín. Del debate y la propuesta se pasa a la ocurrencia donde su validez se mide por el numero de "me gusta"; del discurso analítico y elaborado al TikTok adulterado; de la aportación militante a la "donación" electoral con rentabilidad financiera.
Se abandona la certidumbre y se sustituye por el sentimiento y la subjetividad que se eleva a grado de certeza o norma legal. Si no sientes como el que legisla posiblemente cometas un delito aunque la ciencia y la razón diga lo contrario. Se confunde el privilegio con el derecho.
Toques de atención ha habido a través de muchas convocatorias electorales recientes, pero con autocrítica cero y una autocomplacencia que a veces raya la grosería intelectual. O culparán al votante del previsible fracaso electoral (si se produce), en lugar de reflexionar del porqué este país está girando tanto a la derecha mientras han estado gobernado en las instituciones más importantes del Estado.
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